Nota de presentación de la ecosfia

 

La existencia no es dialéctica, no es representable.

¡Apenas si es tolerable!

Félix Guattari, Caosmosis

 

En el presente trabajo analizaré los puntos de fuerza sobre los que se asienta la noción de ecosofía, que Félix Guattari desarrolló a partir de algunas ideas de Arne Naess y Gregory Bateson, así como de Francisco Varela y Humberto Maturana.

Con ese concepto, contrariamente a lo que podríamos pensar a priori, el foco del debate no apunta a la crisis medioambiental sino que, fundamentalmente, se centra en la cuestión de la constitución de las subjetividades en el marco del capitalismo. Desde un punto de vista ecosófico, la subjetividad está más allá del yo, porque es el resultado de las interacciones con el entorno social, político, mental y medioambiental.

Todo ello produce una nueva confluencia: de la ecología medioambiental, junto con la ecología social y la ecología mental. Juntas, señalan un nuevo montaje colectivo de «orden planetario», de naturaleza geopolítica y ecosófica. Así, se abre el escenario hacia una nueva sensibilidad política.

La idea de ecosofía que presenta Guattari es una condición cardinal para conquistar una nueva conciencia planetaria y desarrollar la capacidad colectiva de crear sistemas de valores que esquiven las formas de expoliación psicológica y social del capitalismo, así como la mundialización (globalización –en términos actuales), que exclusivamente se enfocan en la circulación de bienes materiales y el beneficio económico. 

 1. Circunstancias

En la década del 80, después de lo que Guattari llamó “los años de invierno”, su obra dio un giro hacia la cuestión de la ecología. Su figura y producción desempeñaron un papel indiscutible en los discursos medioambientalistas europeos y franceses, estableciendo las bases de un movimiento verde plural. Sin embargo, como expondré más adelante, su principal aportación no es la advertencia medioambientalista.

Por otra parte, hay que situar en este contexto discursivo en el momento en que estaba en el poder del gobierno de F. Mitterrand. La catástrofe de Chernóbil (1986), también es otro acontecimiento que forma parte del paisaje del momento. Durante esa época, Félix Guattari fue en miembro de Los Verdes (des Verts) y Génération Écologie, partidos ambos en los que militó y hasta fue candidato para las elecciones regionales de 1992. Así, Guattari se convirtió en uno de los ecologistas históricos de Francia.

No obstante, lo que Félix Guattari previó con sus intervenciones en los movimientos ecologistas y los partidos verdes emergentes de Europa no fue la creación de un partido político medioambiental, sino una idea extendida y nueva de la ecología.

Por esos años también aparecía su libro Cartografías esquizoanalíticas, en cuyo manuscrito había unas cuantas páginas dedicadas a su particular visión sobre la ecología. El editor de Guattari, Paul Virilio, lo persuadió para que publicara esa parte del texto en una publicación independiente. Precisamente, Las tres ecologías vio la luz en 1989 y se transformó en todo un éxito editorial.

A pesar de que el texto se hiciera público casi a finales de los años 80, las ideas desarrolladas en Las tres ecologías, nos siguen hablando de nuestra actualidad desde diferentes puntos de vista. Allí presenta una comprensión transversal del desarrollo ecológico, indicando que las catástrofes ecológicas no pueden analizarse en términos aislados (naturales, técnicos, científicos), ni tampoco desde una perspectiva totalizadora con un regusto moralista o paranoico, ligado al sentimiento del desastre.

Guattari formuló su propuesta “ecosófica”, en el contexto antes mencionado pero, esencialmente, como una manera de hacer frente a la amenaza global para nuestras vidas y para el planeta que implica el Capitalismo Mundial Integrado (término empleado diez años antes de que “globalización” entrara en el léxico común).

2. Ecosofía

(…) la ecosofía también debe ser otra forma de hacer política” 

Félix Guattari, Vers une nouvelle démocratie écologique.

En esos últimos años de producción teórica, el concepto que Guattari empleaba para pensar una nueva práctica política revolucionaria capaz de enfrentarse al capitalismo, fue el de ecosofía. Tal vez, expresado de una manera tan directa pueda resultar categórico, pero intentaré matizar.

Como decía anteriormente, Guattari vivió el momento en que los movimientos ecológicos ganaban fuerza y entraban en la esfera de la política institucional. Por ello, este pensador ponía el foco en advertir sobre la importancia de que los movimientos ecológicos no quedaran también capturados en las redes capitalistas de producción.

Sobre el final de la década de los años 80, Guattari lanzaba preguntas como dardos en un libro cuyo título recuerda a la última obra que escribiría con Gilles Deleuze. En ¿Qué es la ecosofía? leemos: “¿Cómo recobrar una brújula para orientarse en el seno de una modernidad cuya complejidad la sobrepasa por todas partes? ¿Será el miedo a la catástrofe un motor suficiente en este dominio?” 1 En la enunciación de estas dos cuestiones se distinguen los ejes centrales de interés de la ecosofía.

En 1982, en Plan sobre el planeta revoluciones moleculares y capitalismo mundial integrado (publicado originalmente en italiano y traducido luego al castellano), vemos que Guattari ya estaba trabajando sobre estas ideas ecosóficas, nutrido por las de la epistemóloga Isabelle Stengers, el antropólogo Gregory Bateson, así como las de los biólogos Francisco Varela y Humberto Maturana.2

Pero fue en Las tres ecologías, donde Félix Guattari desarrolló la doble propuesta de una práctica-teórica sobre la ecosofía. Esta idea lo llevará a desplegar una pragmática ético-estética (a la que pretendo arribar al final de este texto). Aunque, avanzo, no puede decirse que creara una estética sistemática en sentido estricto, pero sí desarrollos novedosos sobre algunas de las cuestiones más relevantes que impactan en las discusiones estéticas más contemporáneas.

  1. La ecosofía no es otra forma de referirse a la ecología

Guattari comienza por advertir que el término ecología es ecléctico y abarca realidades heterogéneas, lo que al mismo tiempo constituye además su riqueza. Lo ecológico alude a lo político, a la ciencia, la tecnología y es un fenómeno de opinión, tanto para conservadores, reaccionarios (que se aferran a la idea de “lo ancestral” y las raíces -lo que hoy sostienen muchos “neorurales”-), como para progresistas y gente de izquierdas.

El mismo Félix Guattari decía: “Yo he intentado una confluencia conceptual entre todas estas dimensiones. Así nació la idea de ecosofía que articula tres ecologías: medioambiental, social y mental.” (…) “En mi espíritu no hay oposición entre las ecologías: política, medioambiental y mental. Toda aprehensión de un problema medioambiental implica el desarrollo de universos de valores y por tanto de un compromiso ético-político. Apela también a la encarnación de un sistema de modernización, para sostener dicho universo de valores, es decir prácticas sociales, de campo, prácticas analíticas cuando se trata de producción de subjetividad”.3

De esta manera, vemos cómo la ecosofía no puede entenderse como un sinónimo directo de ecología medioambietal. Antes bien, es una praxis que actúa en diferentes ámbitos, sin reducirse a un problema con la coyuntura climática o territorial. Su vinculación con el medioambiente tiene más que ver con la construcción de valores dentro de un sistema, que además son extensibles al arte, lo económico, político, social, los procesos de subjetivación, etc.

La ecosofía no es otra manera de subrayar las amenazas del cambio climático, sino un plan global de prácticas para forjar una “praxis ecosófica” amplia. Ello envuelve una nueva subjetividad, que incluye la valorización de las vidas (tanto humanas como no humanas), sin anclarlas en la economía mercantil.

Cuando se reducen los problemas medioambientales a un problema con la naturaleza que se aborda buscando una solución técnico-científica (y con una buena dosis de carga moralista), se crea una miniaturización de la cuestión que deja seguir pasando toda la logística operativa del capitalismo. Su maquinaria se infiltra en los territorios sociales, psíquicos, y hasta en la constitución de las mismas subjetividades. Esto es lo que Guattari entendió como un proceso de “colonización molecular” que afecta a nivel de los comportamientos perceptivos, sensoriales, afectivos, cognitivos y lingüísticos.

Es así como el paradigma de esta construcción deviene ético-estético, porque habla de la configuración de las formas de ser, de existir y de crear, en un proceso heterogéneo que implica en su seno fuerzas diversas, máquinas, animales, vegetales, o engendros para perder la forma humana.

La ecosofía se centra en complejos ensamblajes de ambientes que atraviesan diversos mundos, porque se define y opera por transversalidad: trabaja al mismo tiempo con líneas dividuales y de vecindades.

Desde la perspectiva ecosófica la ecología no se cierra en una cuestión macro de la naturaleza, también afecta al socius incluyendo desde el entorno microsocial del barrio hasta las empresas, instituciones y movimientos sociales., allí esas tres ecologías pueden entenderse como “en medios”. En este sentido, los ámbitos ecológicos son territorios imprecisos, fluidos, que no pueden cercarse en un área restrictiva.

3. Tres ecologías

Lo ecológico entra en el terreno de las políticas institucionales y no institucionales, los discursos gubernamentales, públicos, activistas y hasta en las opiniones de empresarios que se reúnen en torno a cuestiones como la contaminación industrial con una mirada, generalmente, tecnocrática, economicista y moralista.4 Pero es imprescindible considerar también la perspectiva ético-política que Félix Guattari incluyó dentro de la ecosofía, ya que permite abordar los problemas ecológicos en todas sus dimensiones.

Los desajustes ecológicos del medio ambiente son solamente la parte visible de un mal que es aun más profundo, relativo a las maneras de vivir y ser en sociedad dentro el capitalismo y de los modelos productivistas. Así, según nuestro autor, la ecología medioambiental debería entenderse como un bloque junto con la ecología social y la mental (las tres ecologías).

La ecología a la que hace referencia la ecosofía, representa un sistema que no se resume en lo exterior (naturaleza, medioambiente, etc.), sino que se dirige hacia las simbiosis y alteridades (de toda índole, no sólo naturales) que operan transversalmente. De lo que se trata es de potenciar entrecruces entre prácticas tendientes a la recomposición de las subjetividades individuales y colectivas, dentro de nuevos contextos técnico-científicos y de nuevas coordenadas geopolíticas.

Si la crisis ecológica es planetaria, requiere entonces una revolución política, social, mental y cultural, que reoriente la producción de los bienes inmateriales y materiales, que están concentrados en las economías del beneficio y la extracción.

Como señalaba más arriba, esa perspectiva se da en tres registros que van juntos: medioambiental, social y mental, pero sus fronteras son endebles. En este sentido, podemos decir que la cuestión medioambiental tiene tanto que ver con el clima, como con la gentrificación, el hambre o la falta de acceso a una vivienda digna, puesto que las interacciones entre ecosistemas funcionan oblicuamente.

En 1989, Félix Guattari marcaba con toda claridad de qué forma nuestras condiciones materiales de vida sobre explotada, pauperizada e instrumentalizada, forman parte de este gran problema ecológico planetario tanto como las especies invasoras o la extinción de las plantas.

Igualmente, la ecología tiene que ver con lo social, con las condiciones laborales, así como con las palabras, las frases, los gestos de la solidaridad humana, que pueden extinguirse tal y como lo hacen las especies animales o vegetales.

Casi tres décadas antes de que viéramos a Donald Trump llegar al máximo escalón del poder del gobierno de Estados Unidos y negarse sin tapujos a formar parte de los acuerdos medioambientales para disminuir la contaminación,5 ningunear los problemas sociales de la población derivados de las estructuras del sistema o castigar las crisis migratorias (relacionadas con la miseria, las sequías, la falta de seguridad alimentaria y social, etc.), Félix Guattari señalaba su figura como un mal destructor del sistema ecológico:

De la misma manera que unas algas mutantes y monstruosas invaden la laguna de Venecia (…). Otra especie de alga, que en este caso tiene que ver con la ecología social, consiste en esa libertad de proliferación que ha permitido que hombres como Donald Trump se apoderen de barrios enteros de New York, de Atlantic City, etc., para «renovarlos», aumentar los alquileres y expulsar al mismo tiempo a decenas de millares de familias pobres, la mayor parte de las cuales están condenadas a devenir homeless, el equivalente aquí de los peces muertos de la ecología medioambiental. También habría que hablar de la desterritorialización salvaje del Tercer Mundo, que afecta conjuntamente a la textura cultural de las poblaciones, al hábitat, a las defensas inmunitarias, al clima, etcétera.”6

Los contextos de fragmentación, descentramiento, desmultiplicación de los antagonismos (hombres-mujeres, primer y tercer mundo), así como los procesos de singularización, demandan una problematización compleja y oblicua. Es necesario desarrollar instancias de singularización y divergencia respecto a la singularidad normalizada (por el sistema, los discursos políticos o cientificistas), para crear un mínimo de territorios existenciales. La ecología de las ideas debe abrirse, no puede reducirse a la relación de los individuos con el medioambiente si quiere escapar al abordaje tecnócrata o que comprime la ecología en los problemas de la contaminación.

Es preciso advertir que esta resingularización de la que hablaba Félix no excluye objetivos unificadores. como podrían ser la lucha contra el hambre, el freno de la deforestación, etc. No obstante, la ecosofía tiende a la recomposición de las praxis humanas en distintos dominios y escalas (colectivo, subjetivo, ciudad, democracia y también el arte).

Llevamos demasiadas décadas oyendo a “predicadores” que anuncian la muerte de la política, el fin de las luchas de clases y la necesidad de una arrogante vuelta a los “valores eternos” (a veces situados en la tradición, otras en el regreso al campo, etc.), al tiempo que los países ricos, responsables de las desigualdades y la explotación tanto humana como natural, se aferran a los privilegios. La mitad de la población mundial subsiste privada de agua potable, un tercio sufre de desnutrición y millones de personas son analfabetas.

Este tipo de orden social se mantiene gracias los sistemas de control institucionales, mediáticos, la burocracia y los poderes del Estado, que son la base en la crisis ecológica. Para seguir funcionando requieren del sometimiento a formaciones de poder cómplices del sistema, pero la lucha contra él no reside de forma exclusiva en la crítica a la servidumbre material y a la política de los Estados, sino que pretende también la creación de una multitud de líneas de fuga y de sistemas de vida alternativos.

  1. Repite el cuadro verde. Siguiendo a Tintorelli

Tintorelli, es uno de los personajes de El proceso de Kafka. Era un pintor de la corte cuyo, cargo hereditario lo llevaba a mantener el estándar entre los jueces del pasado y los del presente, pintándolos siempre como sus antecesores.

Buena parte de los conceptos verdes reunidos en los discursos sobre el medioambiente, corren el peligro de convertirse en los cuadros de Tintorelli (el personaje kafkiano). Se replican incansablemente las estructuras de un modelo que es el que origina los desastres ecológicos, al mismo tiempo que se reproduce un esquema de soluciones técnico, científicas y políticas, que “mantiene a los jueces de la corte” siempre en su lugar.

Es verdad que hay una misma intención ético – política que franquea las luchas contra el falocentrismo, el racismo, los desastres legados del urbanismo feroz (Trump), o la creación artística liberada de los sistemas del mercado. No obstante, la posición ecosófica no es meramente defensiva, reactiva, ni dialéctica, sino que es creadora y conectiva. Guattari expone más de una vez a lo largo de su trayectoria, que no se trata de develar la esencia o las verdades (de la naturaleza, de la política, etc.), sino de experimentar formas de vida no sometidas. Esa intención ético – política no conforma un sistema hermético de repetición (como el de Tintorelli), más bien debe entenderse como un proceso abierto con diferentes modelos de existencia (materiales, sociales y mentales), que catalizan el cambio.

La perspectiva ecosófica no tiene la voluntad de recomponer una ideología hegemónica o un modelo paradigmático aplicable a todo el planeta. Hacer eso sería tan desatinado como que el Fondo Monetario Internacional imponga un modelo único de crecimiento para América Latina, África o Asia. Guattari apuesta por romper esos modelos de repetición, y que cada sociedad pueda experimentar diferentes modelos socioculturales para el desarrollo.7

Ni la hegemonía del Estado (el socialismo burocrático) ni la del mercado global (ideologías neoliberales), deberían prescribir el futuro de las actividades humanas. La ecosofía subraya la urgencia de abrir el diálogo transversal y suscitar una ética de la diferencia, que desbanque el ritmo de la repetición de los poderes del capitalismo mundial integrado, por una política de los deseos, la diferencia y el respeto por las personas. Al mismo tiempo que clama a gritos para la política, lo que el filósofo Hans Jonas llamó “una ética de la responsabilidad”.

El énfasis debe estar puesto en la reconstrucción del diálogo colectivo, para promover prácticas innovadoras. La resingularización de la subjetividad no tiene sentido sin su estatus relacional, porque siempre se trata de reactivar complejos de subjetivación, y múltiples intercambios entre individuos-grupos-máquinas. La subjetividad, la sociedad, el medioambiente no son sustancias indiferenciadas, que el exterior puede llenar o animar. Precisamente por ello, la vigente propuesta de Guattari trata la subjetividad en la dimensión creativa y procesual en lugar de reificarla, volverla un objeto de abordaje científico.

Los riesgos ecológicos que corre el planeta brotan de esa división en la subjetividad colectiva entre ricos y pobres, por lo que la respuesta a los problemas no puede estar centralizada en la ciencia o en la tecnología sean o no verdes, sino en una política distributiva. Sin la transformación del entorno social y material, no puede haber un cambio en las mentalidades, sino la repetición del mismo retrato del sistema. 

Así los tres planos de la ecología adquieren, una vez más, actual relevancia a la luz de las últimas transformaciones sociales y políticas relacionadas. Por ejemplo, con la obscenidad de los criterios públicos para atender a las personas más vulnerables en la pandemia declarada por la COVID19; los ataques racistas por parte de las fuerzas del Estado en USA, o los discursos de Trump avalados por la ultraderecha.

4. Paradigma estético

La última fase del pensamiento guattariano, además de por el interés ecosófico se caracterizó por su profunda inclinación estética, que se transformó también en un paradigma epistemológico. La estética nada tiene que ver con la kalología (bello, sublime, gracioso, lindo, trágico, etc.), sino que constituye un modelo de existencia que traspasa las relaciones entre sujetos y objetos, entre fuerzas corpóreas e incorpóreas, configurando la complejidad de lo real.

Hay que advertir que la preocupación estética de Guattari y su reciprocidad con la existencia y los modos de vida, no busca la estetización de la existencia humana, menos aún de una estetización de la política (tema que ya había criticado en los años 30, Walter Benjamin).

El paradigma estético guattariano es procesual, transversal y relacional, pero poco o nada tiene que ver con las “estéticas relacionales” al estilo de la propuesta de N. Bourriaud. Sus ideas hacen eco en ciertos activismos del siglo XXI (15M, el movimiento Occupy), en prácticas artivistas (como las del colectivo Enmedio)8, o el arte de acción de grupos como el argentino Iconoclasistas,9 que se aproximan más a una estética modal10 (como una teoría de los modos de lo sensible).

En todo caso, la propuesta de Guattari se podría aproximar al replanteamiento estético que proyectó Lukács sobre el arte y la creatividad, la sensibilidad, junto con la performatividad social y política. En todos ellos siempre hay que tener en cuenta los entramados y relaciones que los ensamblan o ponen en tensión.

Con el fin de desarrollar este nuevo paradigma estético, Guattari señalaba que se debe investigar el estatus ecológico y la formación de nuevas subjetividades como parte de una estética de la existencia. No obstante hay que advertir que la producción de subjetividad desde el paradigma estético no es una puesta en marcha del dictum de Joseph Beuys “cada hombre un artista”. Para Guattari los esfuerzos están concentrados en reinventar las prácticas sociales como crítica a la crisis ecológica, social, política y existencial, antes que hacer de cada persona un “autor”.

  1. Ética, estética y política

El proyecto guattariano no es ecológico- verde y tampoco estético, es una lucha contra el Capitalismo Mundial Integrado desde diferentes flancos. A partir de allí hay que leer su interés y aportaciones en las militancias ecologistas o en el campo de la estética y las artes.

La última reformulación teórico-práctica (porque en Guattari siempre van de la mano) se expresa, además de en Cartografías esquizoanalíticas, y Las tres ecologías, en otro texto titulado Caosmosis. En esa obra, Guattari terminó de delinear la cuestión del paradigma estético a través de la tríada de ideas: caos, cosmos, composición.

Caosmosis define un activismo inmanente de relevancia ético-estética, que debe ser leído en relación con las propuestas de las tres ecologías y la ecosofía. Caosmosis es la fuerza de articulación de la potencialidad creativa y sensible, es previa a la aplicación de las obras, los conceptos, objetos mentales o sociales. Por lo cual, una obra de arte no es caosmótica (una proposición ontológica), pero sí podemos hablar de un proceso (modal) de caosmosis compositivo previo.

No estamos frente a un “en sí” o un fundamento de la creación/composición, sino en el devenir de un proceso de autopoiesis. Justamente allí es donde aparece el paradigma estético del que nos hablaba Guattari. La autopoiesis es una forma de proto-subjetividad parcial, porque es para–sí (lo actual), y al mismo tiempo se despliega en un para-otro (en el horizonte de las posibilidades –virtual-). Esta doble modalidad ecosistémica se da tanto en el paradigma ecosófico como estético.

Ante las preguntas ¿Qué posición asume la subjetividad frente al entorno ambiental? o ¿cómo se relaciona la subjetividad con su exterioridad social, animal, vegetal, etc.?, Guattari invita a explorar una respuesta ecosófica que vaya más allá de la racionalidad instrumental productiva, creando una concordancia ética con la biósfera.

El paradigma estético, también tiene un triple desarrollo compositivo, tal como la ecosofía. Las dos primeras fases están en un plano proto-estético, hablan de territorios colectivos donde la creatividad no está aún asentada sino extendida a través de prácticas de enunciación, sin sobrecodificación ni institucionalización. En la segunda, la estructura capitalista cobra más fuerza, pero el tercer desarrollo es un impulso del paradigma procesual. El tercer movimiento, implica la composición de ensamblajes que potencian la capacidad de conexión de los tres niveles ecológicos.

El paradigma estético tiene alcances ético-políticos, puesto que al referirse a la creación la responsabilidad entra en la instancia creativa y con respecto lo creado. Sin embargo, la referencia ética no proviene de una enunciación trascendente, emerge al mismo tiempo que la creación o invención. En este sentido es una ética, también, procesual.

El encuentro con el otro o con lo otro, es materia prima fundamental de la experiencia estético-existencial de la ecosofía. Mitad persona-mitad máquina, mitad mujer- mitad animal, mitad hombre- mitad planta, un modelo estético que quebranta el de la racionalidad acuñada por la modernidad, incorporando elementos tecnológicos, biológicos, sociales, culturales, etc.

No hay ningún zócalo ontológico unívoco, sino diferentes planes de relaciones que se van actualizando o virtualizando. En este sentido se trata de flujos y no de fundamentos (verdes, artísticos, políticos). El paradigma estético, entendido de esta manera, es un núcleo de resistencia frente a la apisonadora capitalista y la administración biopolítica de la vida, que pretende ensombrecer siempre la alteridad.

Dentro de ese paradigma estético, el arte implanta un material vivo más que una categoría de pensamiento o belleza (kalología). En el proyecto guattariano, lo interesante es saber cómo una obra determinada se ensambla en una producción cambiante de enunciación. Por ello, el arte es un dispositivo productivo de enunciación y no una máquina expresiva.

Para Félix Guattari el arte incorpora la posibilidad creación plural y en movimiento, que es el signo del proceso caosmótico: caos, cosmos, composición. El arte que importa en este paradigma es aquel que es capaz de remover el fondo de las estructuras, sin conformarse con las instituciones del arte o los cánones aceptados por ellas o por los paradigmas estéticos dominantes.

La estética guattariana no puede ser concebida desde una perspectiva objetual del arte o una intuición fenomenológica de lo bello. El paradigma estético no coincide con el mundo del arte: obra de arte, las instituciones artísticas o los mercados artísticos. No hay estetización del mundo, por ello tampoco se cierra en la enunciación subjetiva de la autoría, y es un espacio colectivo de enunciación que requiere una revolución molecular.

La idea principal se apoya en el hecho de que la estética y la creatividad (social, subjetiva, etc., no solo de piezas de arte), reside en la instauración de focos parciales de subjetivación. En este sentido, el paradigma estético guattariano es una textura ontológica que posiciona las existencias, una máquina de guerra contra el reino de la equivalencia del “cuadro verde” de la ecología, una alternativa el paradigma de creación estética del arte y cientista.

Este paradigma propone una nueva forma de subjetivización política, una experiencia política real o un proceso de experimentación que tiene un efecto ontológico en el campo diagramático de las relaciones de poder. Los paradigamas estéticos y ecosóficos, son catalizador para el cambio de una nueva sensibilidad política: un activismo inmanente de relevancia ético-estética.

1 Félix Guattari, ¿Qué es la ecosofía? Textos presentados y agenciados por Stéphane Nadaud; Cactus, Buenos Aires, 2015; pp. 378-379

2 El contacto con estas/os autoras/es, también abrió sus ideas hacia las teorías sistémicas, que impactarían tanto en el esquizoanálisis como en cuestiones relativas al trabajo en lo social.

3 Cfr. ¿Qué es la ecosofía?: Ibíd.;  Pp. 59-61

4 Los discursos de Greta Thunmber o los reclamos del movimiento “Friday for future”, son un buen ejemplo de lo que advertía Guattari casi 40 años antes.

5 El 18 de diciembre de 2017, nada más asumir como presidente, Donald Trump anunció que Estados Unidos ya no consideraría que el cambio climático fuera una amenaza para la seguridad nacional. Su política borró de un plumazo el enfoque del gobierno de Obama, que puso en marcha en 2015 al indicar que el cambio climático era “una amenaza urgente y creciente para la seguridad nacional.”

6 Cfr. ¿Qué es la ecosofía?: Ibíd.;  P. 17.

7 «Por una refundación de las prácticas sociales» es un artículo publicado póstumamente por la revista Le Monde Diplomatique, bajo el título «Pour une refondation des pratiques sociales» en Le Monde Diplomatique (Oct. 1992): 26-7. Unas semanas antes de su inesperado fallecimiento, el autor había enviado este texto a Le Monde Diplomatique. Posteriormente, una traducción castellana apareció en la revista Ajoblanco, diciembre de 1992.

10 Jordi Claramonte, Estética modal; Tecnos; 2016.